Una sorpresa inesperada harían de ese día un evento único que ninguno de sus protagonistas olvidará.

El día del bautizo había llegado, la cámara estaba lista, las baterías cargadas y comprobé más de un par de veces que las tarjetas de memoria estuviesen en su sitio. Ese día requería que mi concentración y atención al detalle estuvieran a pleno rendimiento, realmente como en todos los trabajos que realizo, pero ese bautizo era especial y tenía la obligación de que cada momento quedase plasmado a la perfección a cada golpe de obturador.

Todos estábamos en la iglesia, los invitados habían llegado y la pequeña protagonista estaba preparada para bautizarse. La ceremonia transcurrió con normalidad, todos estaban embelesados con la pequeña María. Salimos de la iglesia y los invitados se dirigieron al autobús que les llevaría hasta el lugar del banquete de la celebración. De por sí, el viaje en autobús ya resultó poco convencional, María y Eugenio, los papás de María, habían organizado todo para que el autobús se convirtiese en una sala de bingo y que así el viaje fuera más ameno. Carcajadas, cánticos de líneas y bingos fueron la banda sonora del bus.

Todos disfrutaron de la comida en los Jardines de Morante, y más aun de la mesa dulce. Mientras todos estaban sumergidos en el momento yo me dedicaba a buscar gestos, expresiones y pequeños momentos fugaces de todas las personas que estaban presentes y que vivían el momento sin ser conscientes que estaban a punto de ser partícipes de otro momento clave en la vida de María y sus papás.

En cierto momento en mitad de la barra libre se les indicó a los invitados que fuera les esperaba una sorpresa. Capturar el momento de un día irrepetible en la vida de los demás es una gran responsabilidad, pero todavía lo es más el hecho de saber con antelación todos los detalles del evento y tener que guardar el secreto.

«No sé quién estaba más nervioso en ese momento si los protagonistas de ese día o yo.»

Sin casi darse cuenta, los asistentes habían pasado de ser invitados de un bautizo a estar presentes en la boda de María y Eugenio. Y allí estaba yo, viendo la alegría y la emoción de cada una de esas personas en estado puro a través de mi cámara y dejando constancia de ese momento único en cada fotografía.

Esa sorpresa transformó el día por completo, no solo por lo evidente, sino porque a partir de ese momento los sentimientos de los presentes quedaron a flor de piel y la escena dejó un recuerdo imborrable que haría de ese día un evento único en el que las fotografías cobraban vida y quedaban como testigos inmortales del primer día del resto de sus vidas.

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